CAPITULO 2
Historia en la habitación 804
- Qué tal, cariño…Hoy eres la última… Tengo más tiempo para ti...En primer lugar quiero decirte que todo puede ser anterior o frontal y en segundo lugar puede estar en la parte posterior o de fondo. Te traje flores, estás radiante, cariño.
Cuando Miguelito dejó a Susana en esa cama del hospital, raudo salió para la terminal de transportes, con los pocos ahorros que le quedaban, tomó un taxi, se dirigió al módulo rojo y en la taquilla de Flota Magdalena compró un tiquete para su pueblo, ubicado en la costa atlántica colombiana.
La caja de cartón en las que llevaba sus pertenencias le daba un toque pintoresco.
Sentado en la silla correspondiente comenzó a recordar los momentos que había vivido en la habitación 804, el estado inmóvil de su amada, le parecía una figura patética, que es como un dialogismo, porque como autor de los hechos, había suspendido la narración, para dar paso a referir lo que dicen o supone que dijeron los personajes presentes o ausentes, luego de su huida.
Como cuando dijo Federico:
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
Cara fresca, negro pelo,
En esta verde baranda!
Esa imagen le sirvió como trampolín al infinito, esa poesía que le leyó, una de las noches en las que la visitó, era una expresión del universo mediante la creación artística en la que intervino como elemento esencial la palabra. Susana estaba muda y en estado vegetal. Para introducirse en un mundo de ficción, Miguelito se valió de una estructura literaria que se compone de una forma y de un contenido, donde plasmó cómo quería expresar sus sentimientos, sus ideas, etc.
De igual forma la cabeza de Miguelito acudió a las ficciones, es decir, a aquellas hipótesis reconocidamente improbables, o incluso imposibles, pero que pueden considerarse como verdaderas y que pueden ser utilizadas al servicio de la inteligencia, como conceptos auxiliares para comprender la realidad. Por ello la historia de Miguelito puede considerarse como la transposición de la realidad a planos de ficción y en un punto determinado como una mezcla de ficciones y de subjetividad.
Solo él sabía la verdad de lo que había sucedido, verdad gnoseológica y lógica ya que el lenguaje tiene el don de reproducir fantasías, de desprenderse por un lapso determinado del principio lógico y ponerse al servicio de asociaciones, que surgidas del inconsciente individual o colectivo, se erigen en hechos de la conciencia y, por tanto, no deben en modo alguno ser consideradas irreales, sino formas de pararrealidad, como una Rosa de sangre.
Miguelito estaba seguro del amor de Susana, era la lógica elemental ya que todo objeto es idéntico a sí mismo, o lo que es lo mismo, es decir si Amor = Amor a Susana entonces A = A. Sabía a dónde pertenece ese principio de identidad, según él: dos juicios contradictorios, no pueden ser ambos falsos, pero su amor por Susana no era falso, por vigésima tercera vez se dijo que la lógica no es invención de nadie y su formulación es un descubrimiento, no un acto creativo del hombre, también sabía que todo objeto es idéntico a sí mismo (el carácter de lo que es único), que él era único, que existe la imposibilidad de que sean verdaderos, a la par, dos juicios, si uno de ellos afirma lo que el otro niega.
Era consiente que los sueños son simples liberaciones emocionales y no tienen ninguna relación con la realidad, eso era lo que creía, pero podía más su amor por Susana, esa mujer que le había cambiado la vida.
Recordó aquella primera noche cuando luego de seleccionar una emisora de música romántica, le contó que había estado en misa y que le había preguntado a Dios, si eso estaba mal y como sintió que Dios aprobaba el amor que sentía por Susana. Y como luego de desabotonarse el pantalón le había susurrado al oído, _ Tranquila, mi amor…La enfermera viene hasta las nueve._ y recordó que era un personaje que se va definiendo en el proceso mismo de la interacción con los otros.
Sabía que entre los dos había convergencia, otros dicen química, sin importar que las relaciones interpersonales, las cortesía y los modales, se constituían en una actividad comunicativa que se concibe como un escena, sin importar que los dos pertenecían a clases y estratos sociales distintos, que existen grupos de personas que están ligadas por alguna forma de organización social, que hablan las unas a las otras y hablan de manera semejante. Él no tenía ese lenguaje, pero la amaba.
Ya no eran las palabras, sus cuerpos se habían fundido, esa construcción idealizada que combina los conceptos del grupo social, red de comunicación y población lingüísticamente homogénea, constituían una comunidad lingüística, en la que habían desaparecido las clases sociales, ese eje vertical que determina la relación jerárquica, de dominante a dominado, de superior a inferior relación que surge de las diferencias de edad, de estatus profesional, de clase social…ese eje vertical de dominio, ya no existía.
Ya no había que medir la distancia y la proximidad entre las personas que interaccionan y ya existía como requisito previo, cierto grado de conocimiento entre ellos. Ese eje horizontal le permitía hablar de tú a tú con su amada Susana. Aunque él fue el que siempre habló.
Esa cortesía verbal que había tenido con ella se constituía, no obstante el estado de ella, en un contrato conversacional, constituido por derechos y obligaciones mutuas. No obstante sus gustos por la música vallenata y el reggaetón, que para su sociedad era una forma de prestigio, al menos en su contexto social, aunque para muchos, como el Doctor Josué, que tan mal lo trataba en el hospital, era causa de bromas, el ridículo y de aversión social.
Alguna vez Miguelito le dijo que lo respetara porque se reía cuando decía hombe y lojo, cuando iba a decir rojo, el sabia que los costeños hablaban así, especialmente sus ídolos como Daddy Yankee, que alguna vez había leído en el periódico La Chiva, que decía que su dialecto estaba asociado a un grupo social definido de manera más o menos objetiva y que ese hablado funcionaba como símbolo suyo.
Como era su costumbre, espiar y hurgar en todo cuando hacía el aseo, en un libro de la Doctora Castro leyó que las diferencias entre dialectos tienen que ver no con la lengua como sistema, sino con la lengua como institución, cosa que no entendió, razón por la cual le preguntó a la Doctora, y esta llamó a un comunicador amigo para que le explicara. Este llegó y le dijo con aires de suficiencia, mira Miguelito, el concepto de lengua estándar hace alusión o posición de un dialecto particular y a la gama de funciones a las que sirve; y no a elementos intrínsecos en el propio dialecto. Ante lo que Miguelito quedó en las mismas.
Así que la única opción que le quedaba era pedirle al creído doctor Josué que le explicara. Éste con la sobrades característica de los cirujanos estéticos le dijo con voz de cachaco trasnochado: mira corroncho, lo que cuenta como cortesía, puede variar de un grupo a otro, de una situación a otra o de un individuo a otro. El éxito o fracaso de la relación entre las personas en los actos comunicativos y el de la transmisión de información, son los aspectos fundamentales de la comunicación y la interacción, de ahí que se hable del principio de cooperación conversacional, de la negociación como condición del proceso y del contrato comunicativo, de lo anterior se infiere que el término contrato es un acuerdo de interacción entre participantes en un acto comunicativo.
Miguelito salió de allí cabizbajo, como estudiante de comunicación luego de examen final perdido, no quiso saber más de esos temas, lo que importaba era el gran amor que sentía por Susana y nunca más volver a ver al famoso doctor.
Los recuerdos del hospital ahora lo ahogan, pero lo más doloroso fue haber dejado sola y embarazada a su amada Susana. Cada mañana mientras va a terminar su casa en la playa, recuerda la imagen de Susana acostada en su cama y con la mirada perdida en la lluviosa ciudad.
Recordó cuando la besó por última vez y las palabras que le dijo.
- Mejórate cariño, y explícales cómo sucedió esto…- …
Recordó cómo cogió el maletín y dio unos pasos y el gran esfuerzo que tuvo que hacer para abrir la puerta y atravesar el umbral. Recordó sus mandíbulas apretadas cuando se limpió las lágrimas que rodaban por sus mejillas y recordó cuando salió a la ciudad lluviosa, lluvia que le borró cualquier rastro de llanto. También recordó lo que debía recordar, en el momento de lanzarse con una piedra al cuello hacia el fondo del mar.
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