(esto lo escribí en clase, antes de saber la proveniencia de la imagen, días después la encontré casualmente en una revista, y supe que era un dibujo de la leyenda de el dorado)
Todos hemos intentado imaginar como era nuestra sociedad en los tiempos en que los españoles, aún no habían venido a hacer de las suyas, y que para mal o para bien nos convertirían en lo que hoy somos.
Para muchos la sola idea de que nuestros antepasados fueran aborígenes, desnudos con un ridículo taparrabo que sólo cubría sus partes nobles, y que tuvieran la cara pintorreteada como un niño de 5 años en "halloween" produce terror, vergüenza, "pena ajena" y a la vez de ellos mismos, porque aquella sangre aborigen corre aún por nuestras venas de habitantes tercermundistas con ínfulas ridículas de habitantes del primer mundo.
Otros por el contrario, reclaman con profunda nostalgia e indignación como lo que era, lo que eramos, era tan perfecto, tan asceptico, y tan mágico que los ex presidiarios compañeros de viaje de Colón se llenaron de envidia, de un sentimiento destructivo ante tal belleza ajena que se tomaron el derecho de destruirla, tanto como poseerla en su totalidad, cómo resultado, lo que somos ahora: hijos bastardos y olvidados del reino "wanna be" se nos puede decir, ridículos, defectuosos de la purísima raza española.
En esta imagen es fácil sentir el aire fresco de las montañas vírgenes, el olor y el frío vital del aire de territorios aún escondidos, de la pesada mano civilizada y colonizadora.
sus habitantes, tal vez con un lenguaje más parecido a las primeras sílabas pronunciadas por un pequeño, pero con una sabiduría y astucia, innatas, con un sentido común que los salvó de muchas; y carente en nuestros tiempos.
Se las arreglaban para el descanso, para la alimentación, sus cuerpos eran saludables, y tonificados. también había espacio para la socialización y la música, sus mujeres de seguro eran igual de hermosas con sus genes indígenas puros, intactos, y aunque fueran indias, no tenían la genética prestada de alguien más.
Por: Luisa María Posada.
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