lunes, 16 de mayo de 2011


Melancolía


Es curioso como la vida del ser humano, se reúne en simples 3 objetos aparentemente comunes.  sobre el muro hay una balanza, un reloj de arena, una campana y un cuadro mágico con números.
Ser libres pero saber q hay límites dentro de nuestros más profundos deseos, correr  y ser libres, gritar y ser libres, enloquecer y ser libres, desaparecer y seguir siendo libres, limitarse y vivir.
Equilibrar la vida es delimitar los actos y por supuesto la libertad.
Limitar para vivir en el tiempo que se deba vivir.  Tener como precepto la continuidad del tiempo, la necesidad de momentos contables, la urgencia de tiempos tangibles, el afán por iniciar y finalizar lapsos significantes.
Alertas y alarmas que estremecen momentos inciertos, detienen autómatas para vivir como rutinarios.  Despiertan mentes que pretenden nunca despertar, abren los ojos de quienes prefieren no ver.
Un mundo incierto complejo cuadriculado y tedioso en espera de algo en total ruina, mundo frío y calculador.  Esa luz muy pequeña y lejana pero deseada, hasta la melancolía quiere huir de allí. Tal vez cuando se crea, cuando se piensa y se construye, la melancolía huye despavorida.
Es increíble como ciertos objetos, algunas miradas, algunas personas, generan sensaciones tan básicas, pero que aún desconocemos como propias del ser cotidiano.   Es fácil conocer o interpretar sentimientos cuando alguien más los refleja, pero al hacer parte d nuestras vidas, hasta los desconoceríamos.  Las sensaciones así como las personas, llegan, interviene un espacio y se van, en busca de lugares en mejor estado.  Las mismas personas huyen de lo que generan, las sensaciones huyen de lo que hacen en las personas.
La melancolía relacionada con la pereza, pero mas que pereza es el estancamiento, la inactividad, después de una intensa actividad intelectual, solo nos queda ser tierra estéril, tanta inteligencia seguramente nos reduce, aquel genio, atormentado por su creatividad, sometido a su inestabilidad cambiante, ese ser huraño que describe Durero que después de ser todo lo que quiso solo le queda la nada y el desaliento.


Por
Mar Botero

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