Como en un tablero de juegos, se refleja la vida; se va conviertiendo en un ciclo lleno de trampas mortales con algunos pisos seguros.
El encierro y el camino, se vuelven una constante interminable, en algo tan poco divertido que si te descuidas te matan o un viento arrasador te lleva.
Todos buscan lo mismo, pero el racismo los alcanza; la diferencia entre colores hace que el cielo se vea cada vez más lejos y sin embargo todos lo siguen buscando aunque solo uno sea quien lo alcance.
Una mano se posa sobre cada ficha, manejando cada movimiento; sin saber si esa mano es de Dios o de cualquier otro.
Daniel Lema Lema
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