Como no recordar aquel regalo de mi padre en mi cumpleaños número 25, todavía recuerdo su sospechosa sonrisa cuando en voz baja me dijo “te voy a regalar lo que siempre has querido”. Inmediatamente pensé en eso, en estar con una mujer, poder tener una noche de placer que pueda asemejarse después de múltiples eyaculaciones a un sentir. Mi padre como hombre que era sabia que por más discapacidad de mi cuerpo, el vivir sin sexo era casi una locura, por eso aquella tarde decidió llevarme a un largo viaje, a un viaje al sexo en busca de mi primera experiencia carnal, sabía que la única alternativa que tenía era el estar con putas, y por esa razón me llevo a un pequeño burdel el cual quedaba a unas cuantas horas de mi casa. Allí me esperaban unas chicas no tan hermosas pero no podía exigir si quería tener esa experiencia, me dieron la bienvenida, mi padre con orgullo me toco el hombro y me dijo escoge la que quieras, todas me miraban y en sus rostros veía una súplica para que no las eligiera, decidí acostarme con la que menos suplico, con la chica negra, ella se acerco y arrastro mi silla de ruedas, entramos a la habitación. Lo recuerdo todo, como no voy a recordar aquel cumpleaños en el cual por primera vez me sentí feliz.
Catalina Castañeda Garcés
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