viernes, 11 de febrero de 2011

Viaje al sexo

Sudado, mi mente inundada y perdida en deseos, ni la lógica ni la razón me acompañaban en ese momento, solamente ardía la pasión en aquella pequeña cama de clima húmedo y bochornoso.

La miraba a los ojos, recorría su cuerpo con locura, mi respiración era agitada y mi mundo era nada más que una capsula de sensaciones que se debatían unas con otras para llegar a un clímax perfecto; ¡Me encantas!, susurro a mi oído, dejando un silencio inoportuno, ella a la espera de una frase que alimentara su autoestima o tal vez una expresión de cariño o quizás de amor, pero, ¿en que se basa esta relación? ¿Amor? No, no era amor, solo sexo desenfrenado, un encuentro efímero e inusual, el deseo de los dos unido y convertido en pasión, no era necesario pensar, solo soñar, sentir su piel y cada uno de sus poros a punto de explotar.

Pose mis dedos en su espalda y de una manera frágil casi imperceptible los deslice por su cintura hasta detenerme en su cadera, su mirada era firme pero inquieta, la picardía en sus ojos decía mucho de ella, quería más…

Su mirada ansiosa me llevaba a límites extraños y su afán por saciar su apetito se convertía en mi adicción. Sus manos recorrían mi cuerpo sin dirección alguna, estrechando mi piel con sus tibias manos se deleitaba mi ego sin consentir la razón.

Nuestros cuerpos parecían estrellas fugaces que viajan a velocidades extremas dejando un rastro de luz; Destellos, todo y a la vez nada, nuestra imaginación absurda nos permitía sentir, vivir.

David Zapata Madrid

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