De una concepción al ritmo de
Beach Boys y de un nacimiento tan psicodélico como el Magical Mistery Tour, no
podía esperarse más: algo de raro debía tener, y aunque lleva los beats cual
conducto sanguíneo adicional, el ritmo, al igual que uno de sus ojos, fue el
costo que pagó por experimentar tantas sensaciones producto de variada droga
pre parto. Nació perdiendo, cosa que no dejaría de hacer a lo largo de su vida:
un ojo, un apéndice, la coordinación, un padre.
De la infancia hay poco que
resaltar, sólo que gracias a su hiperactividad y sus constantes diálogos con sí
mismo, estaba rodeado de muchas cosas, mientas sus demás compañeros de escuela
y otros niños de la urbanización donde habitaba se reunían a jugar y a pelear.
Como pasar del cielo al infierno describiría él su cambio de vivienda un par de
años después: de sur a norte. Aunque, obvio, de no haber ocurrido este hecho,
tal vez nada de lo que vendría luego en su vida hubiese ocurrido.
Terminó la escuela con pena, con
gloria, y sin amigos. Y si preguntan por la secundaria, pasó algo parecido, con
un poco más de pena y menos gloria. Aunque claro, no todo fue así. Sus dos
últimos años le abrieron los ojos, y en ellos logró recuperar un poco de todo
ese tiempo que pasó en su casa escuchando música mientras los demás
adolescentes salían, se enamoraban y se divertían.
A sus casi 18 años el beat era su
compañero, le confiaba sus más íntimas secretas a su musiteca y sus momentos
más felices ocurrían en la concurrencia masiva más solitaria: un concierto de
rock.
Recuerdan el infierno? Este hecho
tendría incidencia tanto en cosas triviales como en un par de aspectos que se
podrían considerar fundamentales. Uno de ellos sería su educación, la cual
detuvo por un pequeño detalle de, digamos, un par de millones de pesos. Y como
no tenía nada más interesante que hacer, entró a engrosar la lista de empleados
mal pagos pero conformes a la fuerza. Allí estuvo dos años, donde lo más
significativo fueron un par de meses de besos fingidos (pero no de su parte), y
deudas adquiridas, que fueron satisfactoria y sacrificadamente saldadas.
Un día cualquiera, una llamada lo
despertó, aunque esta llamada, paradójicamente, lo embarcó en un sueño, pero no
de esos idilios donde todo es felicidad a full color. El estado, gracias a una
de esas burocracias académicas, le otorgó una beca para estudiar en cualquier
universidad de la ciudad. Sin embargo, pasaron casi dos años para que se
embarcara en este mundo felizmente desilusionante.
Las manos y los dineros de mucha
gente harían que este estudiante de bajo perfil se convirtiera, luego de 5
sacrificados pero gozados años en Comunicador en Lenguajes Audiovisuales. Al
graduarse pasó por la televisión un tiempo, más del que él hubiese querido. Sabía
muy bien que una burocracia lo puso a estudiar esa carrera, pero aquel sistema
circulatorio que se alimentaba con dosis de guitarras, teclados y baterías,
estaba rebosado de acordes, que no se aguantaron más y explotaron justo en el
cerebro de este sujeto, para convertir lo que otrora era una pasión, en su
vida. Como consecuencia de este hecho dejó a un lado planos y claquetas, para
reseñar la mejor música del mundo, y para, por ahí derecho, colarse como prensa
en cuanto concierto hubiese. Desde la radio, la cuál aprendió a echar a perder
desde sus años universitarios, donde no lo escuchaba nadie, hasta la prensa,
que también cultivó y alternó con parciales y seguimientos, ¿y adivinen quién
lo leía?
Empezó desde abajo, llevándole
tintos a sus jefes y compañeros cual lambón, haciendo turnos de doce del día a
seis de la mañana y supliendo los domingos a todos sus compañeros. Estaba
entusiasmado, y los demás miembros de la emisora le celebraban y se
aprovechaban de tanta energía. Hasta que un día, luego de muchos fracasos, se
convirtió en el jefe (y el único en aquella radioestación). Hizo lo que quiso,
y triunfó, aunque fracasó y terminó saliendo por la puerta de atrás (o por lo
menos eso dicen las cifras de ingresos en pauta publicitaria). A esas alturas,
ya tenía dos especializaciones encima, que le dieron una imagen de intelectual
de los medios de comunicación en la ciudad, por lo que comenzó a dar clases en
variada universidad de la ciudad, donde enseñó a estudiantes de primeros
semestres cómo echar a perder la radio y la internet mientras aprendían en la
marcha a descifrar lenguas extrañas: la suya.
Se casó con la única mujer que ha
tenido sexo amado, y ambos emprendieron viajes por el mundo, hasta que
un capricho femenino y una barriga los hizo devolver a Colombia. Oportunidades
laborales lo llevaron a Bogotá, donde los beats salieron de su cabeza para
llegar directamente a sus manos y componer canciones que embarcaran en viajes
psicodélicos a muchas personas, viajes como los que experimentó en su
nacimiento, claro que estos no dejarían medio ciego a nadie.
Mientras hacía música y jugaba al
acierto y error con su hija, montó un estudio de grabación musical, por el cual
pasaron grandes bandas de la escena nacional, sirviéndoles de productor e
ingeniero de grabación, todo a un módico precio, haciéndose de muchos amigos,
pero de poco dinero. Claro que eso no le preocupaba, pues con lo que ganaba de
docente universitario lograba vivir cómodamente.
Y así transcurre su vida, entre
concurrencias masivas, experiencias y viajes sonoros a otras galaxias, entre
reseñas mal pagas y faders de consolas, entre juegos con su hija y noches con
su esposa, entre micrófonos y clases de radio.
#21
#21
Que bien
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