miércoles, 6 de octubre de 2010

Biografìa


De una concepción al ritmo de Beach Boys y de un nacimiento tan psicodélico como el Magical Mistery Tour, no podía esperarse más: algo de raro debía tener, y aunque lleva los beats cual conducto sanguíneo adicional, el ritmo, al igual que uno de sus ojos, fue el costo que pagó por experimentar tantas sensaciones producto de variada droga pre parto. Nació perdiendo, cosa que no dejaría de hacer a lo largo de su vida: un ojo, un apéndice, la coordinación, un padre.
De la infancia hay poco que resaltar, sólo que gracias a su hiperactividad y sus constantes diálogos con sí mismo, estaba rodeado de muchas cosas, mientas sus demás compañeros de escuela y otros niños de la urbanización donde habitaba se reunían a jugar y a pelear. Como pasar del cielo al infierno describiría él su cambio de vivienda un par de años después: de sur a norte. Aunque, obvio, de no haber ocurrido este hecho, tal vez nada de lo que vendría luego en su vida hubiese ocurrido.
Terminó la escuela con pena, con gloria, y sin amigos. Y si preguntan por la secundaria, pasó algo parecido, con un poco más de pena y menos gloria. Aunque claro, no todo fue así. Sus dos últimos años le abrieron los ojos, y en ellos logró recuperar un poco de todo ese tiempo que pasó en su casa escuchando música mientras los demás adolescentes salían, se enamoraban y se divertían.
A sus casi 18 años el beat era su compañero, le confiaba sus más íntimas secretas a su musiteca y sus momentos más felices ocurrían en la concurrencia masiva más solitaria: un concierto de rock.
Recuerdan el infierno? Este hecho tendría incidencia tanto en cosas triviales como en un par de aspectos que se podrían considerar fundamentales. Uno de ellos sería su educación, la cual detuvo por un pequeño detalle de, digamos, un par de millones de pesos. Y como no tenía nada más interesante que hacer, entró a engrosar la lista de empleados mal pagos pero conformes a la fuerza. Allí estuvo dos años, donde lo más significativo fueron un par de meses de besos fingidos (pero no de su parte), y deudas adquiridas, que fueron satisfactoria y sacrificadamente saldadas.
Un día cualquiera, una llamada lo despertó, aunque esta llamada, paradójicamente, lo embarcó en un sueño, pero no de esos idilios donde todo es felicidad a full color. El estado, gracias a una de esas burocracias académicas, le otorgó una beca para estudiar en cualquier universidad de la ciudad. Sin embargo, pasaron casi dos años para que se embarcara en este mundo felizmente desilusionante.
Las manos y los dineros de mucha gente harían que este estudiante de bajo perfil se convirtiera, luego de 5 sacrificados pero gozados años en Comunicador en Lenguajes Audiovisuales. Al graduarse pasó por la televisión un tiempo, más del que él hubiese querido. Sabía muy bien que una burocracia lo puso a estudiar esa carrera, pero aquel sistema circulatorio que se alimentaba con dosis de guitarras, teclados y baterías, estaba rebosado de acordes, que no se aguantaron más y explotaron justo en el cerebro de este sujeto, para convertir lo que otrora era una pasión, en su vida. Como consecuencia de este hecho dejó a un lado planos y claquetas, para reseñar la mejor música del mundo, y para, por ahí derecho, colarse como prensa en cuanto concierto hubiese. Desde la radio, la cuál aprendió a echar a perder desde sus años universitarios, donde no lo escuchaba nadie, hasta la prensa, que también cultivó y alternó con parciales y seguimientos, ¿y adivinen quién lo leía?
Empezó desde abajo, llevándole tintos a sus jefes y compañeros cual lambón, haciendo turnos de doce del día a seis de la mañana y supliendo los domingos a todos sus compañeros. Estaba entusiasmado, y los demás miembros de la emisora le celebraban y se aprovechaban de tanta energía. Hasta que un día, luego de muchos fracasos, se convirtió en el jefe (y el único en aquella radioestación). Hizo lo que quiso, y triunfó, aunque fracasó y terminó saliendo por la puerta de atrás (o por lo menos eso dicen las cifras de ingresos en pauta publicitaria). A esas alturas, ya tenía dos especializaciones encima, que le dieron una imagen de intelectual de los medios de comunicación en la ciudad, por lo que comenzó a dar clases en variada universidad de la ciudad, donde enseñó a estudiantes de primeros semestres cómo echar a perder la radio y la internet mientras aprendían en la marcha a descifrar lenguas extrañas: la suya.
Se casó con la única mujer que ha tenido sexo amado, y ambos emprendieron viajes por el mundo, hasta que un capricho femenino y una barriga los hizo devolver a Colombia. Oportunidades laborales lo llevaron a Bogotá, donde los beats salieron de su cabeza para llegar directamente a sus manos y componer canciones que embarcaran en viajes psicodélicos a muchas personas, viajes como los que experimentó en su nacimiento, claro que estos no dejarían medio ciego a nadie.
Mientras hacía música y jugaba al acierto y error con su hija, montó un estudio de grabación musical, por el cual pasaron grandes bandas de la escena nacional, sirviéndoles de productor e ingeniero de grabación, todo a un módico precio, haciéndose de muchos amigos, pero de poco dinero. Claro que eso no le preocupaba, pues con lo que ganaba de docente universitario lograba vivir cómodamente.
Y así transcurre su vida, entre concurrencias masivas, experiencias y viajes sonoros a otras galaxias, entre reseñas mal pagas y faders de consolas, entre juegos con su hija y noches con su esposa, entre micrófonos y clases de radio.

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