Recorrido.
Mi día empieza con el sonido de mi celular que me dice que debo levantarme para hacer lo acostumbrado. Me baño, me cambio, desayuno y adivinen que, me dirijo a la universidad, resulta que mientras camino, mi vistas se dirige al suelo, y a los arboles que rodean el conjunto donde vivo. Miro al suelo, y miro al frente, al suelo, al frente. Se preguntaran porque esa mirada al suelo, tal vez porque quiero hallar un hueco como el que encontró Alicia para caer en un mundo en donde los fracasos no existan, un mundo en donde el gris este prohibido y los colores vivos sean el motor de ese universo. Quiero caer en ese hueco para no regresar más nunca a la realidad y quedarme allá a hacer lo que me plazca, sin rendirle cuentas a nadie. Pero también miro al frente, una mirada que significa que debo seguir adelante, que debo caer a la realidad que me posee. Debo mirar al frente y desafiar las dificultades de mi realidad. Me toca mirar al frente para no tropezar.
Buen trabajo. Y a través del espejo podría ser otra mirada
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