Viaje al sexo es un recorrido ambiguo pero placentero.
Es mirar más allá de un lugar, una satisfacción emocional que mueve hasta el alma, que motiva mis motivos, llena mis vacíos, satisface mis deseos.
Empieza con una atracción, un imán, una fuerza oculta que hace mostrar lo que deseo, un olor excitante y un calor que parece fuego.
Un beso, un beso apasionado, profundo, con sabor a vainilla como los que me gustan a mi, un beso sincero, real, verdadero.
Un beso que me lleve a conocer la luna y hasta el horizonte del mar, con el que alcance a tocar las estrellas, a saborear la paz.
Un beso inalcanzable, interminable, indiscutible, que suba y baje mis emociones,
me haga feliz.
Una caricia irresistible, que erice mi piel, empiece en mi boca y termine en la punta del pie, que sea eterna, quisquillosa, interna, excitable
y sensible a la yema de sus dedos.
Una sensación extraña pero placentera, que hace suspirar mis suspiros, hace imaginarme el infinito, es como un beso en el oído donde escucho sus latidos.
Termina con una mirada profunda, una pupila asombrada, que quiere mirar mis sentimientos, que busca hablar con mi alma, una mirada deseosa, anhelada, que le pregunta a mí mente:
cuando tendrá de nuevo sexo en su calma.
Sensacional, entendiste el ejercicio, felicitaciones
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