Jorge Iván Velandia Duarte.
Lenguaje y Creatividad.
Martes y Jueves 2 a 4.
Viaje al Sexo.
VIAJE AL SEXO.
Una oscuridad invadió el lugar de mis entrañas y tantas noches de insomnio imaginando tu ser apareció sin tanto desparpajo como lo que no se busca sino que se produce...como la misma creación ocurrió lo tan añorado, las miradas no se encontraron, las manos no se tocaron y la piel se estremeció de igual manera. No se hizo necesario la razón sino el deseo y de todo lo de mas se ocupo el cosmos, las moléculas de energía viajaron a donde ningún ser todavía humano y de esta especie frágil y quebrantable puede llegar, solo los átomos producen vida y ellos sin buscarlo crearon, armaron, se unieron en un lugar del universo donde el necio tiempo no puede entrar y la cruel distancia tiene que disfrazarse. Ellos respiraron el más bello aire del maldito infierno de pasión, sin preocuparse por los cuerpos sus almas que esconden mares de lágrimas las hicieron beber del néctar de la lejanía que no importo, parecían ir más allá de todo lo conocido solo lo fascinante los unía en un viaje de horas infinitas que los relojes no marcaban. Aunque siempre había un tonta pizca de razón que les destruía por un instante lo onírico pero la razón tuvo q entender, la magia se habría producido la vida habría comenzado y ella no tenía lugar en ese majestuoso universo de los seres unidos desde el espíritu de su retórica, así continuaron por siglos disfrutando del resto de los universos sin contar el secreto que los unía, mientras los demás entes cruzaban a su alrededor y ellos veían todo iluminarse con los más brillantes colores como si el solo hecho de sus energías viajando juntas podría embellecer todo lo que rozaban. Desde ese espacio de dos horas que ningún reloj en el mundo puede ubicar ellos disfrutaron su andar. El andar del yo y vos.
Fin de principio, no “Principio de fin”
FIN.
Aquí les comparto un cuento nadaista de Elmo Valencia que va muy acorde (a mi modo de ver las cosas) con el tema de viaje al sexo.
EL UNIVERSO HUMANO
Había una mujer tan bella que muy pronto quedó embarazada. Sin embargo, a nadie preocupó lo más mínimo el hecho, muy normal dentro del prodigio de la naturaleza. Pero a Cielo- que así se llamaba la mujer- le sucedió algo tan extraño que su embarazo por un momento hizo temblar las leyes biológicas de la perpetuidad de nuestra especie.
Sucedió que fueron pasando los meses y a Cielo, como es de suponerse, le crecía el vientre. ¿Por qué no? ¿Acaso no le había crecido a Eva y a Briggite Bardot? ¿Por qué entonces no le podía crecer el vientre a Cielo, también criatura de Dios y tan bella?
Pero pasaron los nueve meses y el alumbramiento no llegó y vinieron otros meses y a Cielo le siguió creciendo el vientre. ¿Qué hacer ante este hecho tan alarmante como desconocido? ¿Qué decían al respecto los libros sagrados de las parturientas? ¿Castigo de Dios? ¿Obra del Diablo? ¿Mal ojo?
Sin embargo, una noche Cielo se dio cuenta de que en lugar de haber dado a luz hacia fuera, había dado a luz hacia adentro. Su hijo había nacido dentro de su propio cuerpo.
Con gran serenidad de ánimo la madre se fue adaptando al nuevo proceso, y el hijo, como si se hubiera resignado desde un comienzo a su absurda situación, comenzó a organizar su vida.
Cielo se puso a desarrollar a base de reflejos un desconocido amor maternal por ese cuerpecito que llevaba dentro y que a veces se movía como un gato. Primero lo sintió gatear, las rodillas del nene se hundían en ese blando almohadón que es la capa basal del endometrio. Luego lo sintió caminar; la cabeza le rozaba algunas vísceras; y Cielo con la leche agriada, caía en otra estación de la vigilia. Ante su sorpresa, los pasos del niño no la lastimaban en lo más mínimo.
Pasaron los años y Cielo, atenta a sus movimientos, trataba de seguirlo, y a cada instante se preguntaba en qué meridiano de su vientre el pequeño estaría parado.
¿Cómo llamarlo? ¡Ícaro! ¿Por qué no? Al fin y al cabo Ícaro es un nombre hermoso. ¿Acaso Ícaro no quiso alcanzar el Cielo? Así que Cielo decidió ponerle por nombre Ícaro.
Un día Cielo oyó ruidos extraños. Eran monosílabos, palabras entrecortadas. El niño quería aprender a hablar. Entonces, Cielo le enseñó a decir “mamá”, a decir “Cielo “y a decir “Ícaro”.
Desde ese momento el pequeño fue entendiendo el significado de los sonidos y una vez posesionado del esplendor de las palabras, comenzó a desarrollarse entre madre e hijo la aventura de un dialogo hermoso.
- Ícaro. ¿Quieres un caballito?
- Sí. Mamá.
- Sí. Mamá.
Y Cielo se tragó un caballito de madera para que su hijo jugara con él. Y luego le envío más juguetes, llegando hasta el extremo de tragarse en diciembre un pino y las bombillas rojas para que Ícaro tuviera también su árbol de Navidad, e Ícaro lo plantó y lo alumbró y de noche, el fabuloso vientre rosado de Cielo, parecía una lámpara iluminando el mundo. Y aunque parezca mentira, aquél diciembre el Niño Dios le trajo como regalo de Navidad un trencito eléctrico. A partir de ese momento, Cielo se acostumbró a quedarse dormida cuando el juguete comenzaba a hacer taque-taque- taque- taque.
Cuando cumplió los siete años, Cielo le envío cuadernos, lápices de colores para que aprendiera a leer y escribir. Y a prendió muy bien. Su primera frase fue: “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza”; y su primera lectura “Las aventuras de Tío Conejo”.
Y el niño fue creciendo y comenzó a indagar por todo y hasta llegó a preocuparse por l origen de las cosas: “Mamá, ¿Quién hizo el mundo? “Mamá, que fue primero, ¿la gallina o el huevo? Y Cielo le contestaba maravillosamente con la bondad en la boca.
Cundo se sintió hombre, Ícaro decidió estudiar filosofía para hallar una respuesta a la pregunta: “¿Quién soy?”. Entonces Cielo se tragó desde La República de Platón hasta el Ser y La Nada. Al final, no encontrando en la filosofía la respuesta que buscaba, decidió ser astronauta y así se lo comunicó a su madre. La mujer escuchó su súplica y una noche, sin que la viera, se tragó un vestido espacial y un cohete.
Ícaro comenzó a prepararse leyendo textos sobre vuelos espaciales. Cuando llegó el momento culminante levantó vuelo y comenzó a sondear el universo de Cielo.
Recorrió su cintura; bajó varias veces por los muslos hasta el límite de los pies: estudió con detenimiento el corazón, pues le mortificaba saber que ese órgano tan lleno de bondad y sabiduría fuera tan falsamente comprendido; atravesó la vía láctea de sus senos dejando en su pecho un resplandor de luz anaranjada. Se internó por la garganta y conoció la Andrómeda de sus labios; subió hasta los dos astros de sus ojos, y allí por primera vez Cielo e Ícaro se miraron mutuamente; le dio varias vueltas al planeta del cerebro; avanzó tal vez buscando el milagro de la vida por entre los brillantes tejidos de la carne; se cercioró de la blancura de los huesos y, finalmente, embriagado de tanta belleza, cayo en el torrente circulatorio de Cielo y allí entre la espuma del tiempo y de la sangre, quedó girando y girando hasta que Ícaro se agotó como un meteoro.
Elmo Valencia.
el texto del nadaista muy interesante. El tuyo está bueno pero debes revisarlo, sobre todo para que no se repitan palabras y para darle distancias y tiempos usar comas o puntos seguidos o puntos aparte. Imprímalo y lo trabajamos en clase
ResponderEliminarPor cierto la película de Reygadas es fenomenal
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