Era el siete de agosto en la madrugada, estaba soñando, un sueño que creo que nunca nadie haya “vivido” o “experimentado” como lo hice yo, recuerdo que mientras empacaba maletas para tan esperado y anhelado viaje me preguntaba cuál era el lugar de destino, pues no sabía a dónde me dirigía, lo que si tenía muy claro era la alegría que sentía al saber que era el día de partida.
Dejándome llevar por el sueño resulté en un lugar extraño, nunca lo había visto, sentía una gran curiosidad por saber dónde estaba y me dediqué a explorar, era otro mundo, lleno de extraños objetos, figuras y sonidos, era ese mundo en el que siempre quería estar, donde la tranquilidad era mi compañía, donde podía olvidarme del absurdo día a día y sentir que estaba, por fin, donde siempre había querido estar, aquel lugar sagrado de donde nunca debí haber salido, o donde siempre debí haber estado, pues la sensación que me provocó inmediatamente ingresé al lugar fue como si ya hubiera habitado en él por mucho tiempo.
En ese momento sentía una mezcla de sentimientos, mi cuerpo sudoroso temblaba y mi corazón latía a mil por hora, no quería nunca despertar, pero como en la vida nada es perfecto, sonó el despertador para levantarme e ir a la Universidad y de ahí en adelante no volví a visitar tan dichoso lugar, es el viaje más emocionante en el que una persona puede estar y como en los sueños la vida es otro cuento, no quisiera dejar de soñar.
El sexo siempre es y será estereotipado por la sociedad, pero puede ser interpretado de diferentes maneras, para alguien podría ser un lugar, un planeta del más allá, un nombre, sobre-nombre o abreviatura, (como a Penélope, Carolina o a Camilo, por ejemplo lo podemos abreviar), es solo cuestión de pensar más allá de lo normal.
POR: LINA MARCELA POSADA FRANCO
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