Casualmente siempre nuestro pensamiento y nuestro cuerpo se unía a la misma hora, era ese martes, un día lluvioso acompañado de mucha neblina, solo se escuchaba el ruido de los arboles que se movían por el aire y los perros en las afuera que pisaban la hierba; estábamos él y yo como siempre habíamos deseado, totalmente desnudos uno frente al otro, solo sentíamos la figura del otro porque la neblina no permitía ver nuestros rostros.
Después de recorrer todo su cuerpo con mis manos, sentía qué en ella encontraba mi complemento, la perfección, la delicadeza, la belleza de ese ser soñado y que tenia a mi lado; solo en este momento; nuestros besos se llenaban de pasión y nos tocamos intensamente a medida que nuestros cuerpos no lo pedían, el momento más fugaz y enloquecedor era cuando la sentía con sus piernas abiertas sobre mi cuerpo y sus senos en mi pecho despertaban todo el deseo que tenia hacia esta mujer.
Después de pasar toda la noche junto a ella, llegaba el momento de despedirnos: le decía en su oído, te veo el martes y gracias por estas noches que me permites pasar a tu lado, en ti siento el encuentro de dos almas unidas por una misma pasión.
Laura Builes Caicedo
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