Después de las tardes calurosas recurrentes de agosto, las noches llegan con su refrescante soplo. Los sonidos de la ciudad se perciben con algo más de claridad y las oscuras calles están repletas de los transeúntes impacientes que esperan llegar a su destino luego de un largo día.
El centro de la ciudad abre sus puertas, lugares prodigiosos esperan por nosotros.
La proyección de la película empieza a las 8:00pm, el bus se retrasa; debió parar en El Palo pero no quiso; sigue hasta la cámara de comercio donde por fin tiene la amabilidad de abrir la puerta luego de 5 largas cuadras o más.
A las 8:10 pm, luego de una agitada caminata por la avenida oriental y unas cuantas cuadras más arriba, llego al bar. Reconozco la canción inicial de la película, el lugar está lleno, todos atentos a la pantalla, la luz rojiza se extiende alrededor del lugar, cerveza, cigarrillos, la comida y mis amigos me estaban esperando.
Entro rápidamente y me siento justo al frente de la pantalla. Suena “Echoes”.
A mi lado derecho hay un hombre cabizbajo, muy distraído, la mesera del lugar le lleva una Club Colombia roja. Levanta la cabeza, da las gracias y sale con su cerveza a fumarse un cigarrillo.
Tarda en volver; al hacerlo, regresa acompañado por una mujer. Se sientan y conversan sin prestar atención a la película o a la gente que se encuentra en el lugar, solo son ellos dos. No paran de hablar durante media hora. La mujer lo abraza pero el no responde igual, su cerveza se acaba y también su deseo de permanecer allí.
Más tarde llegan varios amigos de la pareja y se sientan todos juntos en la mesa, piden pizza y más cerveza. El ambiente es tenso, ellos lo notan y tratan de hacer bromas y toda clase de comentarios inapropiados para tratar de calmar la situación. Las cosas empeoran, el hombre se despide de todos menos de la mujer y se va. El minuto de silencio como de costumbre, la mujer mira hacia la salida del bar, se levanta pero permanece allí sin moverse, quería seguirlo. Mira a su alrededor y vuelve a sentarse, toma su cerveza, se concentra en la pantalla y hace un ademán de “salud” con su botella.
Vuelvo nuevamente a la película y al el ambiente acogedor que me rodea, la luz rojiza, los afiches de grandes bandas de la música, las colecciones de botellas de cerveza ubicadas por todo el lugar, las tres pantallas, la barra de pizza y al otro extremo la de cerveza, las voces de la gente y la compañía de mis amigos.
Natalia Palacio Vásquez.
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