Viaje al sexo:
estaba flotando en un rio, que me llevo directamente a la más acolchonada de las nubes, de repente, vi en medio de las ráfagas de luz y los haces de los rayos del sol, una ciudad, me encamine hacia ella, precipitado por la curiosidad, la intriga y el desdén...
El camino fue divertido y hacia un buen día, los bastones de las plantas giraban como molinos de viento, había unas huellas de pantano en el piso de cristal, pero aun así se veía interesante, el calor y el paisaje daban la sensación de atardecer, aunque para mí, eran las doce del día y el calor estaba a su punto máximo, reflejándose en el suelo, como si el mismo piso fuera de oro, el paisaje era tranquilo.
A mi izquierda había un gran lago con aguas cristalinas y muy calmadas. Se veía tan refrescante y tan azul que parecía como si hubieran derramado cientos de galones de vinilo azul allí, pero tan cristalina como si fueran diamantes derretidos.
En fin, seguí caminando y encontré un letrero rustico de madera con letras desordenadas y de todos los colores, decía - bienvenido a ciudad erótica hogar del famoso centro turístico sexo.
Esto me llamo mucho la atención y la ciudad se veía cálida así que decidí quedarme, sus pobladores eran personas muy simpáticas y particulares, eran arrebatadas sus formas, de diferentes tamaños cada uno, pero todos eran hijos de los elementos, había unos que estaban envueltos en llamas de colores, otros en cambio caminaban dejando cenizas a su paso, encontré otros boscosos, ni se les veía la cara por tantas hojas, y de sus pies salían enredaderas de colores, desde verde claro a verde oscuro.
Más adelante vi unos seres que salían de las fuentes, eran fluidos y pensé entonces que el agua estaba viva, así también vi como la tierra tomaba formas femeninas y sensuales, sentí entonces que estaba cerca de mi punto de llegada.
Cuando mire a lo lejos vi un palacio que brillaba de manera singular, tenía un letrero grande que decía bienvenido al sexo. Y así supe que había llegado, cuando mire la puerta, esta era muy elegante, así que la empuje, era de madera, gigante, pesada y bien pintada. Adentro había unas escaleras en forma de caracol que conducían a la segunda planta, sentí que estaba en casa y decidí quedarme, desde entonces siempre que siento que estoy cansado y me quiero divertir, vuelvo aquí.
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