A ver, un bar…normal, ¿normal?, ¿estoy loca?, ¿cómo va a ser normal un bar que en el balcón tiene una bicicleta pintada psicodélicamente?, está bien, lo aceptaré; no estoy en un bar normal
Y cómo no es normal, nada de lo que allí hay es normal, sólo la música que suena, rock en español, rock que suena y que con cada acorde y toque de batería hace que las cabezas de los que allí estamos se muevan, a algunos la cabeza se les mueve como si se fueran a desprender, mientras que algunos sencillamente movemos la cabeza como un simple reflejo que se supone la música rock debe generar; suposición que en mí no encontró su excepción.
Ahora que estamos en este bar diferente, anormal…pues disfrutemos de nuestra estadía en él.
La decoración no entra en discordia con aquella bicicleta que vi desde lejos, esa misma del balcón, esa que parece quisiera salir volando como si ET estuviera montándola, a parte de la bicicleta, se encuentran en el bar artículo antiguos tales como pequeños televisores, radios y otros “electrodomésticos” de antaño que parecen dar la sensación que lo antiguo está de moda, o “in” como osan decir algunos.
Pero si de “in” hablamos hay algo que me queda claro, venir a este bar no está “in”, si lo estuviera el bar quedaría en el Parque Lleras, en Envigado…o bueno, alguno de los sitios a los que se acostumbra ir en estos tiempos, no, el lugar en el que estoy queda en el mal ponderado municipio de Itagüí, pobre municipio, en la élite de los municipios del área metropolitana está casi que en el último puesto, al pobre le ha tocado cargar con una fama tal que aun no se ha podido desprender de ella; es más yo llegué acá casi que obligada por unas amigas tercas que insistieron en que el bar este iba a ser muy divertida.
Pues divertida, sí, lo estuvo la música rock, un poco de reggae y rap, pero más divertido aun fue ver el tipo de personas que se conglomeraban allí, y sí, he de decir “conglomeraban” porque no se encontraban, sencillamente iban armando grupos de muchas personas todas iguales, vestidas de negro y con unos peinados extraños para mi gusto, personas que hablaban y hablaban con la esperanza de que alguien le respondieran pero a veces eso no pasaba, cada uno está en su mundo tratando de descifrarse y de descifrar al otro, pero no tratan de hablar con el otro, parece como si la presencia del otro no fuera muy distinta a la bicicleta del balcón, algo extraño pero que nada me puede llegar a aportar, estos conglomerados de personas son la clara muestra de la sociedad en la que vivimos, una sociedad en la que al otro solo escuchamos cuando nos está contando algo que nos importa, una sociedad en la que la escucha se deja de un lado y sólo se habla, se habla y se vuelve a hablar, pero en ese hablar hay algo que los interrumpe…suena una canción que hace que todos la empiecen a cantar al mismo ritmo, ninguno se adelanta, ninguno se queda atrás, se abrazan como si esa canción significara en el fondo algo para ellos, ya dejaron de ser una simple aglomeración de personas a ser un verdadero grupo alrededor del canto de una canción; la canción generó en ellos un cambio en su actitud que se antoja inexplicable, pero bueno, la explicación está en que la música traspasa las fronteras del alma y une corazones en torno a unos acordes, la canción parece que los hizo a todos más amigos, la canción generó que se escucharan los unos a los otro, ésa canción acercó corazones, a mí no me importó la canción que en ese momento sonó, me importó el hecho que esa canción generó en ésas personas un cambio, e incluso me pareció ver que a la famosa bicicleta del balcón se le empezaron a mover las ruedas, como si la música también generara en ella unas ganas de ser un ser vivo libre y que recorre caminos por donde ella quiera; y así…salí del bar con una sensación y con la plena convicción de que la música todo lo puede, incluso hacer que las bicicletas quieran tomar sus propios rumbos.
[[ ISABEL BOTERO RUÍZ ]]
[[ ISABEL BOTERO RUÍZ ]]
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