Era uno de esos días en los que no había nada para hacer, pero en mi mente me retumbaba y me decía que saliera a disfrutar de la vida, sin importar lo que pasara, y dejar a un lado esa vida tan cuadriculada que había estado viviendo, casi por 29 años; entonces me dispuse a ir a mi bar preferido y tomarme unos tragos, pues siempre me pedía una limonada de coco, fresa, pero nada que tuviera voltaje, fue entonces cuando llegue a Sodoma, y me pedí un trago que siempre me había causado curiosidad, pues muchos amigos antes me lo habían recomendado, me decían “si quieres vivir algo inexplicable tomate un viaje al sexo”, llegue, me senté en la barra el sitio preferido de ese lugar, pues es donde se sientan usualmente aquellas almas solitarias, melancólicas, y hasta enigmáticas. Llame al barman que se llama Hércules y le dije: Hoy quiero que me des un viaje al sexo; el me mira a los ojos, y me dice con vos misteriosa: “señorita Julieta está segura que es el momento de tomarse este trago, pues la puede llevar a vivir un mundo diferente”, de inmediato le respondí eso es lo que quiero, no quiero más monotonías en mi vida, quiero sacar de mis entrañas aquellos deseos reprimidos, Hecules como me vio tan segura se dispuso a servirme el trago, pero antes hiso un una especie de ritual, pues le rezo a la copa en una palabras que no entendía, además le paso unas pumas, yo miraba cada movimiento y comencé a sentir un sustico, pero al mismo tiempo una ansiedad de tomármelo. Cuando me entrego el trago, mis ojos se me iluminaron al ver ese rojo pasión que a la vez burbujeaba, me entro un calor en todo el cuerpo, era una sensación que antes no había sentido, mis manos me sudaban, estaba fascinada con el aroma del trago, que corría por mis venas, cogí el trago, todo mi cuerpo me temblaba, cuando lo lleve a mi boca lo era tan suave como la piel de un bebe, que gusto, que placer, pero al pasarlo por mi garganta tenía una sensación picante, que me quemaba, no quería que se terminara, cuando no quedaba nada mas en la copa, mi mente se desconecto y comencé a vivir esos deseos reprimidos que no me dejaban estar en paz consigo misma y que cada día incocientemente ansiaba noche y día, a los pocos minutos volví en si de ese viaje de pasión y locura, Hercules me mira con una cara muy picara, diciéndome: “me has dejado sin palabras. Hasta el día de hoy no se me ha borrado de mi mente ese momento, ese sabor, el olor, por eso todos los días quisiera tomarme un viaje al sexo.
LICETH ARIAS BOLIVAR
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