Pincel es lo que nos pinta el alma, lo que nos llena de colores no tan pastel, ni tan ocaso como en el arte surrealista, son colores sangre y ocre, colores de golpe y realidad de luz de sabor y nostalgia, las manos que mueven el pincel son las mismas manos proyectadas en todos los que lo usan. Son las manos del hombre, son las manos del artista que plasma en sus obras su esencia, sus miedos, sus anhelos y una que otra sonrisa disfrazada de retrato.
Por eso el pincel habla y calla, pero enmudece al lienzo abierto al cambio, el pincel es masculino y el lienzo es mujer, por eso entre pincel y lienzo hay una cuartada, se confabulan en pro del artista, se desean y se enamoran, pero se odian, porque su cercanía está marcada por la crudeza de su destino, fugas, pero eterno, y su resultado que perturba y asombra está marcado en lo elevado, lo sagrado y lo divino.
Son como la tragedia más grande, pero más hermosa, se respetan y se alaban y cantan y ríen en manos del artista, pero al final, solo el pincel sabe que descansara fresco, como nuevo, perfumado y tranquilo porque su esencia esta con ella, con el lienzo y pasara a ser algo nuevo, una creación de ambos para siempre, digna de admirar y contemplar, la obra que fue pintada: es tu rostro, tus ojos que leen esto.
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