Querido diario, hoy visité las tumbas del sentimiento, los hogares del razonamiento y me decidí a buscar; me decidí a indagarme sobre uno de los elementos más significativos y más demostrativos de la palabra melancolía. Desde todos los imperios, desde todas las potencias y en todas las épocas del tiempo se buscó la forma de contar el paso del tiempo, así fue que llegué a la simple conclusión de que como humanos buscamos esclavizarnos, así como facilitarle las cosas a la melancolía; y que como potencias necesitan ellos (ya sabemos quiénes) ponerle límite a todas nuestras sanas formas de vivir.
Resulta que los antiguos egipcios medían con Clepsidra los movimientos solares, los bizantinos y en occidente en el Vaticano con el Papa Silvestre II a finales del siglo X inventaron los grandes relojes de pesas y ruedas, que los ingleses en 1326, que Santiago Dundis creó en Padua un reloj en el que se veía el curso del sol y los demás planetas hacia el año 1344, que Carlos V de Francia mandó traer de Alemania un reloj para el Louvre de París, etc. Todas estas historias, todas estas hipótesis tienen una base para la historia y la ciencia, y tienen otra para mi acientífica manera de razonar.
La ciencia, apoyada en la historia, puede inferir que los antepasados directos de los anteriores mecanismos, es el mecanismo de Anticitera, creado aproximadamente entre los años 150 y 100 a.C. Sin embargo para mí, y ahorrándome con dicha tener que ahondar en los aspectos científicos de estos aparatos históricos e importantes por demás, para mí hay otra base, para mí hay otra misión, quizás negra o quizás autoexigente en los humanos, algo que siempre nos hace exigirnos más. Para mí el ser humano no se debería esclavizar por las horas, no debería preocuparse por saber más o menos, pero la ciencia y los científicos de antaño, y, más aún los de ahora si se quieren preocupar.
Todo tiene un trasfondo, los mejores científicos salen de las grandes potencias, es lógico, cuestiones de dinero y poder. Desde siempre, y a veces aún en nuestros tiempos, el ser humano se ha tomado los poderes con gran ayuda del saber, han utilizado el saber para segregar, para mandar, más nunca para evolucionar. Bien decía Voltaire “La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona”, por todo esto, sólo por la ambición y el egocentrismo las potencias y sus delicados cientifiquitos, han desarrollado y perfeccionado tecnologías y mecanismos de desarrollo y del saber, entre los cuales estaba el arte de contar el paso del tiempo.
El reloj, o el control del paso del tiempo en general, puede servirle a una potencia, para que en su constitución laboral genere las horas de salida y entrada de su pueblo ignorante a sus respectivos lugares de trabajo. También les sirve para que queden en el tiempo sus proezas, e inspirados en ellas el pueblo incólume decida atacar a otro al mejor estilo de la Guerra de Vietnam, y eso solo por mencionar unos ejemplos; muy claro está, el tiempo también es un invento para dominar.
¿Para qué preocuparse por las horas y fechas si los días son tan claros y las noches tan oscuras?, no hay peor manera de auto esclavizarnos que aprendiendo a leer el significado de un reloj, sin embargo en un mundo como el de hoy es indispensable saber hacerlo, porque vivimos a las carreras, olvidándonos de la palabra “vivir”.
Pasaron los relojes de torre como el de la torre de Londres, así como sus péndulos, creados por Christiaan Huygens en 1347, los de las catedrales de Valencia y Barcelona, pasaron los relojes de bolsillo de Pedro Bell de Núremberg y relojes novedosos relojes de mano, analógicos y digitales. Lo queda es la tecnología y nuestra aceptación, somos civilmente esclavizados y no nos damos cuenta, supongo que nos gusta. La melancolía se siente alabada en su pedestal, cuando nos hacemos a un reloj, sea para recordar algo lindo o algo feo, el reloj borra de nuestro diccionario la palabra “olvidar” y la palabra “planear” se vuelve recurrente en un mundo actual que se mueve a toda velocidad; así como la palabra “presente” sólo sirve a las potencias para limitarnos y a nosotros para obedecerles… Querido diario, te prometo no volver a investigar…
Por: Camilo Andrés López Valencia
Por: Camilo Andrés López Valencia
de quien es??
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