En la fiesta del libro, pude encontrar una muy buena convinacion como lo son la diversión y los libros, sinónimo de libertad.
Es necesario hablar de lo que implica saber que en Medellín se preocupan por generar espacios para la cultura, y darse cuenta que comparan la fiesta del libro con el festival internacional del libro en Bogotá es para llenarse de orgullo.
En medio de toda la fiesta había un lugar que se ganaba la atención de todo el que haya asistido, y era el pabellón de la alcaldía, es sencillamente un lugar mágico, allí se conjugaban las letras con la igualdad y la inclusión social; pero, ¿por qué?, porque sencillamente la magia de interactuar con niños y con personas sordomudas hacían de aquel pequeño lugar de la Fiesta un lugar en el que compartir un momento con ellos iba a ser aprender una infinidad de cosas, y es que ver como ellos intentaban enseñarnos su lenguaje y nosotros poniendo la máxima atención para aprenderlos hacía ver que nadie es diferente en la sociedad que vivimos, que todos tenemos algo que decir así sea en un lenguaje diferente, estar allí con esas personas hacía cambiar el rostro de todos los que a ése pabellón entraban, se ponían de pie todos siendo un poco más humanos.
Al seguir el camino del pabellón íbamos a una “pesca”, y ver la cara de los niños queriendo con sus pequeñas cañas atrapar un papelito reconfortaba nuevamente el alma, porque la frase que allí encontrarían los niños sería quizás el primer encuentro de estos con el maravilloso mundo de la literatura, mundo que posiblemente año a año los traerá de nuevo a este lugar.
Salí de ese pabellón maravillada al darme cuenta que en la fiesta del libro todos tenemos algo que decir y algo que leer.
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