Estoy sentado con unos amigos tomando cerveza, a mi derecha hay unas sillas, que pronto son ocupadas por un grupo de mujeres bonitas como las que suelen frecuentar este bar, es lo de siempre, uno de mis amigos decide invitarlas a la mesa, a lo cual las mujeres dicen que sí, yo mientras tanto me siento asqueado por pensar que va a ser una de esas noches en las que uno termina hablando trivialidades con una extraña, o a lo mejor, resulte involucrado en cuentos raros o quién sabe dónde… pero igual así con sus caprichos y toda la vaina, mi mente quiere relajarse del cansancio acumulado de la semana.
Alzo la mirada y veo una ciudad resplandeciendo con sus luces amarillas, -siempre me he preguntado por qué la ciudad se ve amarilla y no verde o roja, o tal vez azul desde lejos, tiene ese color amarillo velita que me da pereza y ganas de irme a dormir así en muchas casas usen bombillos ahorradores de energía de esos que son azules o blancos.
Cuando pienso en todas las historias que ha visto esta ciudad, es inevitable pensar en lo poco que simboliza alguien cuando se compara con la multitud de historias y preciso ese alguien del montón se acaba de sentar a mi lado, ni la miro, ni la determino, solo sé que ese olor que trae, es como la caja de pandora, se mete por mi nariz y me hace pensar en las cosas más sucias y pervertidas, y en las más dulces también.
Cuando la miro me sorprendo, pues no esperaba ver a estas horas y en este lugar a una mujer así, tiene el cabello rizado como las mujeres de los comerciales de sedal, y también trae unas aretes pequeñas, diminutas que resaltan los grandes que tiene los ojos, tiene la boca pequeña y carnuda, como apuntando hacia alguien con esos labios…
En la mano lleva un anillo, pero no es de matrimonio, asumo que es de los 15 porque aún tiene cara de niña joven y lleva una mirada de aborrecer el mundo y estar cansada, como si no quisiera estar ahí…lleva una blusa ancha como si quisiera estar relajada y unos jean que parece que se los hubiera robado a un niño, pero que le quedan muy bien.
En la mano tiene una cerveza y deja ver que la está disfrutando mucho, pero que no quiere tanto, pues la toma a tragos lentos y cortos.
Me mira, la miro, y los dos sonreímos, una mano baja por mi cuello y escucho una voz que me dice
-¿de qué te ríes amor?
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